lunes, 20 de noviembre de 2006

José Dzul: una historia maya

Sentado sobre una piedra, una piedra muy antigua, José Dzul descansa, observando, en medio de la gran plaza, los componentes tradicionales del espacio sagrado maya. El Castillo, con sus cuatro escalinatas y la gran plaza que lo rodea, con sus cuatro costados, representan el gran espacio ritual, el Mar Primordial de la Creación.José observa, frente a él, aparece la Plataforma de Venus, dios de la guerra; a un lado, el gran Juego de Pelota y más allá, las Mil Columnas. Como desearía que sus hermanas, que el viejo chamán de su pueblo estuvieran ahí, junto a él, contemplando ese espectáculo. Pero es imposible, son personas que no suelen tener tiempo ni dinero para pagar el exorbitante precio de la entrada. Chichén Itzá se ha constituido en un lugar para turistas extranjeros, no hay lugar para el peregrinaje de los mayas. A sus costados, solo se observa la explotación sin límites de una cultura. Sus antiguos pobladores han sido desplazados para dejar este lugar en manos de los grandes señores del dinero. Para José no hay lugar para la reflexión, sobrevive de la venta de artesanías, oculto, sin ser visto escapa a los guardias y recuerda, recuerda esas noches en que, con sus amigos los ha visto, a ellos, a los que permanecen ocultos, haciendo sus danzas, regresando al Cenote Sagrado, regresando cada noche a recuperar lo que es suyo. Dicen los que saben, los que saben hablar con las estrellas, con la noche, los que perciben los sonidos del silencio que ellos aguardan, que nos observan esperando el momento para volver.José descansa. Ha vendido algunas figurillas que su familia hace en un pueblito cercano a Mérida. Desde allá, sus hermanas le traen las figuritas que por siglos han tallado transmitiendo esa vieja tradición de mano en mano. Las figuritas nacen de esas manos, llegan como recuerdos, perdidos en algún lugar, de un remoto mundo en que un padre enseñó a su hijo cómo tallar la figura de sus dioses. Recuerdos que se transmiten desde que El enano de Uxmal los enseñó a su pueblo. Las figuritas traen la historia, expresan leyendas perdidas en la selva, representan el ayer.
Sus pasos se pierden entre los miles de turistas, una y otra vez choca con ellos, huye, se refugia en sus templos, en la oscuridad de la noche. Los turistas no lo ven, no lo escuchan, se esconde entre las sillas una vez concluido el espectáculo de Luz y Sonido.Se disculpa con sus sueños y emprende el camino. No se sabe cómo es que ha llegado a este lugar, pocos lo conocen, es un niño, pero recuerdan que siempre ha estado ahí, durmiendo entre los templos, soñando entre sus muros, conoce las entradas secretas y los caminos que nadie anda.José discute con un vigilante, vende sus figuritas, platica con una familia mexicana, ofrecen sus servicios de guía a unos chavos universitarios. La tarde se esfuma. Así pasan los días.Dicen que José lo conoce todo y que se burla de los guías oficiales que se multiplican en las entradas, que desmoronan la historia con burdas explicaciones. No lo saben, no lo entienden, se beben esos libros de texto que desfiguran la historia, que desaparecen la cultura prehispánica. Se burlan de estos dioses, acribillan la cultura pues lo único que les interesa es el dinero, ese dinero de los gringos, no les preocupa su pueblo.José Dzul no busca en su bolsillo, no importa que no haya comido, él busca en el fondo de su corazón, ¿una respuesta?, lo busca todo, descubrirlo todo. Camina entre gentes que no lo sabemos, que sólo creemos, que pensamos ¿qué pudo ser este lugar? Y José nos busca, nos habla a través de sus artesanías, nos enseña su tierra, sus mitos y no entendemos, no lo entendemos.
José descansa debajo de un árbol. Mientras duerme, recorre la ciudad sagrada. Ahí está el Gran Juego de Pelota, cientos de gentes celebran el mito de la Creación extasiados con el espectáculo sacrifical. Otros danzan, su danza es fundamental para regenerar la vida. José recuerda. De esos recuerdos emerge el viejo Pablo, chamán de su pueblo para narrarles la leyenda de los Hermanos gemelos. Ixbalanqué y Hunahpú emergen en la oscuridad, después de varias pruebas y del Juego de Pelota, logran vencer a los Señores de la Muerte. Su triunfo es celebrado, José Dzul se imagina danzando de un lado a otro mientras espera. Atento, escucha el rumor. Un rumor se extiende por toda la ciudad, el rumor de la noche, un coro que viene del Gran Cenote y escucha, escucha atento el griterío. Ahí están sus abuelos, el Chamán de su pueblo y otros rostros que no conoce pero los recuerda. La gente reunida alrededor del Juego de Pelota grita, extasiada, Al fondo, desde el Mercado, desde las Mil Columnas ellos aguardan, el Gran Sacerdote, la comitiva del Consejo de Nobles, decenas de reyes y reinas, aguardan.El momento ha llegado, los Portales Cósmicos se abren. Debajo del Juego de Pelota, del Gran Cenote emergen, ellos saldrán y José aguarda, extasiado, a que la noche lo cubra con su manto.

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